Los años pasan pero el dolor sigue intacto y el deseo de justicia y de libertad sigue intacto.

Por eso estamos hoy aquí, no sólo para recordar a Alberto y a Ascen sino para recordarles a sus asesinos que no tenemos miedo, que esto es Sevilla, que aquí somos libres y podemos decir la verdad sin tener que llevar escolta. Que esto no es Mondragón ni Azpeitia, que Sevilla no es uno de esos municipios donde injustamente gobiernan quienes no condenan los asesinatos de ETA. Claro que cada pueblo tiene los gobernantes que merece y se ve que hay lugares del País vasco que merecen tener alcaldes que son amigos de los terroristas.

Pero esto es Sevilla, aquí no tenemos miedo por eso estamos aquí, para pedir justicia y exigir que quienes no respetaron la vida de mi hermano y su mujer pasen el resto de la suya en la cárcel, sin componendas, sin descuentos, sin premios. Que nunca más un gobierno vuelve a premiar a los terroristas por dejar de matarnos. Que quienes nos gobiernan hoy y quienes lo harán mañana que no olviden nunca que no hay más paz que la que nace de la justicia ni más libertad que la que nace de la verdad.

Y la única verdad es que a Ascen y Alberto los mató ETA el 30 de enero de 1998, aquí donde estamos nosotros. La única verdad es que ETA dejó esa noche a tres niños sin padres en una casa a pocos metros de aquí. La única verdad es que no existe un palmo de tierra en el País Vasco que valga la vida de mi hermano y su mujer. Y la única verdad es que desde hace años, once años vivimos sin ellos y no hay un solo día en el que yo no me pregunte ¿porqué y en nombre de qué se permitió ETA de privar a mi hermano y su mujer de su derecho más sagrado, el derecho a la vivir?

Nuestra palabra es la mejor arma contra el terrorismo, ellos quieren nuestro silencio. Por eso os pido, alzad la voz y gritar conmigo, a ver si se enteran los asesinos,
¡VIVA ASCEN!, ¡VIVA ALBERTO!, ¡VIVA LA LIBERTAD! Y ¡VIVA ESPAÑA!

Teresa Jiménez-Becerril